Podría gritar un nombre hasta que me saltaran las lágrimas y el juicio,
tratar de reflotar naves hasta romperme las manos y el alma,
querer terca y aguda hasta perder el norte y los años,
besar todas las bocas hasta entender que sólo hay una,
o esperar al borde del camino hasta que el musgo
me cubra la piel y el entendimiento.
Podría todo eso y más, pero no voy a hacerlo
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